¿Qué nos espera en 2021? Diez tendencias que cambiarán al turismo, la economía y los viajes post pandemia, desde el flygskam al revenge shopping.
¿Revancha consumista?
El “revenge shopping” consiste en un repunte súbito del consumo después de la cuarentena. Se lo llama así porque describe la actitud de un consumidor que no pudo gastar durante el encierro, y después sale a compensar. En la epidemia de SARS en China en 2003, las compras aumentaron un 8% cuando terminó la alerta sanitaria. Y actualmente muchos gobiernos confían en que pase lo mismo en sus países.
Pero China ya está viendo que el repunte no ocurre. Muchas personas perdieron sus ingresos o se endeudaron. Y en general, comprobaron que sus empleos son precarios y pueden perderse enseguida. Las familias chinas están dejando de comprar, aún a pesar de contar con vouchers de consumo que repartió el gobierno. Por el contrario, la gente más joven está saliendo a “vivir la vida”: no saben cuánto tiempo más podrán salir a bares, viajar o reunirse con amigos, así que lo hacen ahora.
¿Qué pasará en países donde además del freno económico y el miedo al virus, hay recortes salariales, suspensiones y despidos? Lo lógico sería no depositar demasiadas esperanzas en el repunte hipotético del “revenge shopping”.
Hoteles más accesibles
Los alojamientos que tengan espalda para seguir funcionando van a intentar completar habitaciones. Seguramente haya promociones para alojarse a buen precio. Lamentablemente, no va a durar mucho. La crisis terminará con menos alojamientos que cuando empezó, lo que hará que el mercado se concentre en pocas manos. Y apuntarán a un cliente de poder adquisitivo alto, que será de los pocos que podrán viajar.
Había hoteles cuyos ingresos dependían mucho de huéspedes que viajan por negocios. La disminución abrupta de congresos, seminarios y reuniones también impactará en el sector. Ya no podrán contar con ese número estable de pasajeros anuales.
Vuelos más incómodos
Asientos con cápsulas de plástico, obligatoriedad de usar barbijo durante todo el trayecto, más escalas… Y controles sanitarios a los pasajeros. La aerolínea Emirates actualmente está haciendo tests de anticuerpos de coronavirus a cada pasajero que aborda. Los vuelos largos nunca fueron una panacea de comodidad, pero a partir de ahora serán bastante insoportables. Y la fecha de apertura de aeropuertos y rutas aéreas todavía es incierta para muchos países. En cuanto a precios, se espera que suban.
Menos “postureo” con los viajes
Si el tiempo me da la razón con el pronóstico de este artículo, viajar ya no será tan cool como antes. Eso liberará a muchas personas de sentir que deben viajar para demostrar algo. Ya sea status, intrepidez, acompañar a alguien, o lo que sea. Espero que haya menos viajes cuya razón sea ajena al deseo propio. Vi tanta gente pasándola mal en sitios turísticos, sufriendo lo indecible en ruinas históricas y poniendo cara de “por qué estoy acá”… Ojalá que se descomprima la presión social por viajar. Cuanta menos gente haya haciendo cosas que no quiere hacer, mejor.
Menos filas y aglomeraciones en museos o monumentos
Las medidas de prevención adoptadas de aquí en adelante van a implicar reducir aglomeraciones. Eso significa menos filas. Y eso es una GRAN noticia para quienes las odiamos. Confío en que agilizarán la logística del accesos a museos y compra de tickets por internet, por ejemplo.
En el Alcázar de Sevilla, la fila para entrar pagando en efectivo era súper rápida, pero al que pagaba por internet lo hacían esperar casi una hora. (?) Era porque tenía que ingresar por la misma puerta que los tours grandes. En cambio, tanto en La Alhambra granadina como en la Sagrada Familia de Barcelona, la entrada tiene un horario. Llegabas quince minutos antes y entrabas sin esperar.
Más protección de parques naturales
El descenso en los niveles de contaminación con la cuarentena demostró que no es tan difícil cuidar el entorno. Con menos gente saliendo y más medidas para evitar que los parques alojen multitudes, la conservación va a ser más sencilla.
Por supuesto, depende del país y de cómo se financien. Hay países donde las entradas que paga la gente son el único ingreso real de cada parque nacional. En ese caso, limitar el turismo es recortar recursos. Ahí serviría el ejemplo de los parques naturales de Estados Unidos. Cada parque tiene su propia tienda de recuerdos. Además de vender café y algún snack, ofrecen productos agrícolas locales, artesanías, libros de fotos… Y así aumentan los ingresos sin vender más entradas. Mientras eso no use como excusa para desfinanciarlos desde el Estado, puede funcionar como un buen complemento.
También es esperable que haya menos turismo con animales. Si la conciencia ecológica no impedía que la gente fuese a sacarse fotos con tigres drogados o elefantes encadenados, quizás ahora lo hagan por miedo a contagiarse algo. Como sea, es una buena noticia! 🤗
Flygskam, o vergüenza de volar
Flygskam es la palabra sueca que nació al calor de las protestas de Greta Thunberg. Significa “vergüenza de volar”. Se refiere a la culpa que generan los viajes innecesarios en avión, por cuánto contaminan. Es un concepto que es lógico que haya surgido en Europa, donde había gente volando a otra ciudad por el fin de semana. O hasta para ir a una reunión de trabajo a la mañana y volver a la noche. Se volaba por distancias tan cortas, que el recorrido podía hacerse en tren. De ahí nació otro concepto asociado al flygskam: el tagskyrt, o “orgullo de viajar en tren”.
Con lo inaccesibles que se irán haciendo los vuelos intercontinentales, creo que no habrá mucho margen para el flygskam en Argentina. Y con el miedo a los contagios, mucha gente dejará de volar. Si la razón es la ecología, no sólo hablaremos de dejar de volar, sino de viajar en general. Después de todo, cualquier desplazamiento innecesario que implique consumir combustible contamina.
Más cuestionamiento a los hoteles all inclusive
Así como existe el flygskam, es de esperar que a mucha gente le dé vergüenza ir a estos lugares. Los hoteles all-inclusive son el modelo de servicio gastronómico que más alimentos desperdicia a nivel mundial. Los cruceros también, por su modalidad de buffet a toda hora.
Cruceros: ¿van a seguir existiendo después del coronavirus?
Ni bien estalló la crisis del Covid19, le dije a un amigo que las próximas generaciones tendrían tanto contacto con los cruceros como tuvo la nuestra con los dirigibles. Así como el incendio del Hindenburg clausuró el uso de ese medio de transporte, es posible que el coronavirus esté marcándoles un hasta nunqui a los cruceros.
La idea de que un crucero es un foco infeccioso ambulante donde no hay cómo escapar al contagio -ni forma de bajar a puerto si declaran cuarentena- ya se instaló. Pero cuando hay incentivos privados y mucha publicidad, el negocio sigue funcionando. De todas formas no hay que olvidar que el público del crucero en general es mayor de 65 años. Justamente, un sector de riesgo en cuanto a salud.
Entre los jóvenes crece cada vez más la conciencia ecológica, y los cruceros son el medio de transporte más cuestionado en ese aspecto. A la preocupación por los desechos que arrojan al mar y el consumo de combustible, se suma la violación de derechos laborales. Las generaciones que hasta ahora llenaron los cruceros posiblemente no tengan recambio.
¿Flygskam extendido?
Me pregunto si el concepto de flygskam se irá trasladando a otras costumbres poco ecológicas. ¿Habrá vergüenza de comer carne, cuya producción intensiva es la responsable de tantos virus que pasan de animales a humanos? ¿Vergüenza al cigarrillo, que genera colillas casi imposibles de biodegradar? ¿Y al vaping, que hizo que fuesen necesarios más respiradores en aquellos lugares donde está de moda entre los adolescentes?
Los países desarrollados, ¿dejarán de ser los primeros consumidores de cocaína y drogas sintéticas del mundo? Quizás haya que avisarles que no existe algo así como cocaína agroecológica proveniente de comercio justo. ¿Habrá vergüenza de tener hijos, que según los expertos es uno de nuestros actos más contaminantes a largo plazo?
En el discurso de los medios de comunicación pareciera que lo único que contamina es lo que hacen algunos grupos de consumidores. Ni bien algo interfiere con las costumbres de la mayoría y las ganancias de las empresas -como las tabacaleras o la industria ganadera- parecería que deja de contaminar. ¿No? 🤔
Leo tus opiniones en los comentarios o en este post de Facebook.
PD: Hace unas semanas empecé a grabar podcasts, los podés escuchar en Soundcloud o en iVoox, en Spreaker o en los videos de IGTV de mi Instagram. 🤗